La catedral de Notre Dame de París volvió a abrir ayer sus puertas al mundo, cinco años y medio después de su dramático incendio, tras una espectacular restauración admirada por decenas de dignatarios.
¡Notre Dame, abre tus puertas!”, pidió tres veces el arzobispo de París, Laurent Ulrich, golpeando con su báculo las puertas.
El coro de la catedral respondió desde el interior invitando a los fieles a entrar, aunque debido al mal tiempo, los cerca de mil 500 invitados, entre ellos el presidente electo estadunidense Donald Trump y el ucraniano Volodímir Zelenski, ya estaban dentro.
Trump departió en varias ocasiones con Macron, a corta distancia de la aún primera dama estadunidense, Jill Biden, sentada junto a su homóloga francesa, Brigitte Macron.
Entre los asistentes estaban igualmente el príncipe Guillermo, heredero de la corona británica; el príncipe Alberto de Mónaco, el presidente alemán Frank-Walter Steinmeier y el propietario de la red social X, Elon Musk.
La ceremonia, en la que alternaron discursos y momentos musicales, fue un momento de alivio para Macron, que puso todo su empeño en esta ambiciosa reconstrucción, pero que está confrontado a una grave crisis política.
Hemos redescubierto lo que las grandes naciones saben hacer: realizar lo imposible”, dijo Macron.
Escogimos la superación, la voluntad, el rumbo de la esperanza (…) Y para lograrlo, una fraternidad inédita”, añadió, en momentos en que busca un nuevo primer ministro para sustituir a Michel Barnier, destituido por una confluencia de votos de los parlamentarios.
La renovación de Notre Dame fue sufragada con masivas donaciones provenientes del mundo entero, en particular de Estados Unidos.